En un mapa de la situación en la que, de entre los más de 550 parques de bomberos públicos existentes en el Estado, resulta que la inmensa mayoría no componen sus guardias con EQUIPOS, sino con TURNOS.
¿Qué diferencia hay?
Cuando uno forma turnos con “mínimos” sólo se tienen en cuenta los efectivos, no las funciones que se desempeñan en las intervenciones. Por ejemplo, un turno de 4 efectivos puede estar compuesto por 1 cabo, 1 conductor y 2 bomberos. En principio ese sería uno de los turnos “medioqué” con los que nos podemos encontrar en muchísimos parques.
Se presenta una intervención en un incendio en una 5ª planta y dentro de la vivienda se encuentran dos bomberos y el mando. Muchas veces se montan dos líneas, en una está cada bombero, y el mando va de uno a otro supervisando; e incluso extinguiendo él mismo, pero casi siempre se encuentran los tres en el interior del edificio incendiado. Hay que sacar a dos personas que se encuentran en el interior y el fuego va bastante fuerte; fuera queda un conductor en la bomba, entonces ¿quiénes forman el equipo de SOS si ocurre algo dentro del edificio? ¿el conductor solo? Además, los tres efectivos tienen que poner a salvo o extraer a las víctimas y sofocar el fuego ellos solos, ¿eso es operativo? ¿cumple los principios preventivos de la LPRL? ¿No hay vehículo de altura para los rescates por fachada? ¿No hay personal de relevo?…
Si ese panorama resulta poco recomendable, recordemos que se trata de un turno que muchos parques quisieran, e imaginemos cuando los turnos se componen de 3, 2 e incluso 1 bombero de guardia y otro localizado en su casa, lo cual está sucediendo en algunos servicios de este país.
El problema se repite en otras intervenciones, como los accidentes de tráfico, donde los efectivos están, al mismo tiempo, haciendo el socorro, el rescate, protegiendo la zona, haciendo el rastreo perimetral, mantener la seguridad de la zona del accidente en plena carretera…y eso con 2 o 3 efectivos es muy, pero que muy difícil. Podríamos seguir con otro tipo de intervenciones como rescates, mercancías peligrosas, trabajos en altura, catástrofes, riesgos antrópicos como inundaciones o vendavales, ayudas técnicas, como puede ser atención a dementes o suicidas con riesgos de caída en altura, y un largo etc de situaciones en los que salir 2 ó 3 efectivos supone un riesgo en sí mismo.
Sirva de ejemplo el caso de F.S.L. que murió de un infarto en plena intervención de incendio en vivienda en Salamanca, sin que nadie lo advirtiera, ya que el “equipo” era de dos bomberos y necesariamente se repartió el trabajo, y se encontraban en estancias distintas en ese momento. Cuando el compañero se percató del problema ya era tarde.
Eso muestra la laxitud con la que se aplica la Ley de Prevención en materia de seguridad salud laboral, pues conformar los turnos de bomberos en base a unos mínimos, sin haber llevado a cabo una evaluación del puesto de trabajo que tenga en cuenta los riesgos y las medidas preventivas que es necesario adoptar nos lleva ineludiblemente a conformar los turnos con criterios puramente financieros, alejados de las cuestiones de operatividad y seguridad y salud laboral a las que, en el gran elenco de funciones de un cuerpo de bomberos, se van a tener que enfrentar de forma cotidiana los trabajadores.
En definitiva, ni los parques se emplazan donde se debe; porque no existe un mapa de riesgos ni siquiera que los emplace eficazmente para darse apoyo mutuo y ganar eficiencia y tiempos de respuesta, ni los turnos de guardia se conforman en base a criterios operativos y de seguridad y salud laboral, sino que cada Administración Pública hace lo que puede en base a sus competencias en materia de prestación de servicios. Si un ayuntamiento dispone de más recursos de financiación, pues su cuerpo de bomberos será de una forma y cumplirá con la normativa de prevención de una forma. Si dispone de menos recursos, pues será de otra muy distinta y el cumplimiento de la normativa también será muy distinto.
Choca el hecho de que en una empresa se conformen equipos de primera intervención para hacer frente a los conatos de emergencias que pudieran ocurrir en la empresa, con un número de personas que incluso puede llegar a 20; eso sí, si el conato de incendio se les va, o no pueden hacer frente al accidente que haya ocurrido, entonces llaman a los “profesionales”; y para cuando llegan aparece un camión con 2 bomberos. Imaginad las caras de los trabajadores cuando ven llegar ese camión. La primera pregunta es ¿pero no vienen más bomberos?…
En la UE la media de BTP (bombero profesional a tiempo completo) es de 1 cada 1629 habitantes, en España la media supera los 2300, habiendo comunidades que superan el 1/3000. Alguno ha habido que nos ha echado en cara que en la UE hay mucho voluntario y que si nos quejamos, aquí harán lo mismo. Pues bien, para su información, en España tenemos más de 60.000 voluntarios ya, aquí se llaman PROTECCIÓN CIVIL, así que no hay que inventarse nada; mucho menos bomberos voluntarios remunerados; denominación eufemística que supone disponer de trabajadores a tiempo parcial sin tener que contratar ni cotizar por ellos y, para más inri, desde las propias AAPP.
Lo que necesita España no son más voluntarios, que por suerte tenemos muchísima gente implicada, lo que necesitamos es modernizar el sistema de bomberos, dotarlo de una mínima infraestructura institucional de coordinación y normativa técnica, y dejarnos de duplicidades precarias, y de remunerar el voluntariado y potenciar las privatizaciones de la mano del poder financiero y la bolsa. Cosas que nos han llevado hacia la más profunda crisis y parece que no aprendemos de ello.
Para terminar de arreglarlo, en España existen miles de fronteras en las emergencias. Fronteras municipales, comarcales, de comunidad autónoma, de diputaciones, cabildos… y cada servicio de bomberos actúa dentro de su frontera sin invadir la de otro. Eso ha supuesto, sin lugar a dudas, una sentencia a muerte para muchas personas víctimas de accidentes o incendios a lo largo de décadas de “descoordinación” y “fronterismo” en esta materia.
A lo largo de mi experiencia como bombero, casi tres décadas, he sido conocedor de innumerables casos de accidentes e incendios a los que podíamos haber llegado antes que otro cuerpo de bomberos, pero no se nos ha avisado desde el 112 porque no nos corresponde territorialmente, a pesar de estar más cerca que el cuerpo de bomberos de ese municipio, comunidad autónoma, etc.
En ocasiones hemos acudido siendo avisados por ciudadanos que se han acercado al parque, hemos salvado la vida de personas con hemorragias severas, y para cuando hemos regresado nos han llamado para echarnos en cara habernos saltado el protocolo de movilización de medios fronterizo, cosa que nos parece un auténtico despropósito y que los ciudadanos tienen que saber de una vez por todas.
En otras palabras: Nuestro parque está más cerca de la emergencia, pero está al otro lado de la frontera del municipio, provincia o comunidad autónoma donde ha tenido lugar, y no se nos avisa. Por tanto, las personas que están en esa emergencia TIENEN QUE ESPERAR POR CUESTIONES DE BUROCRACIA Y POLÍTICA a que lleguen los bomberos que tienen asignado ese lugar fronteras adentro. Mientras tanto, si mueren o pierden sus bienes, nadie se hace responsable, por supuesto.
Intervenciones en incendios con turnos de 1, 2 o 3 bomberos. Aragón
También es vergonzoso que un cuerpo de bomberos potente de una comunidad autónoma con recursos no pueda actuar ante un incendio forestal que a todas luces va a pasar la frontera autonómica, incluso si se ve claramente que el cuerpo de bomberos de otro lado, con menos recursos, no va a poder con él; pero hasta que no cruce la frontera hay que estar de brazos cruzados. Para cuando el fuego pase la frontera ya estará totalmente descontrolado, y quizá para entonces se haya convertido en un gran incendio forestal muchísimo más difícil de parar.
Con otro tipo de emergencias está sucediendo lo mismo, las fronteras y la burocracia lastran la respuesta, y sinceramente, hasta que alguien con poder no se vea inmerso en este problema y sufra las consecuencias, quizá sigamos igual de forma indefinida; lo que, por otra parte, suele ser lo normal en este país tan dividido y enfrentado burocráticamente.
Si bien antaño el centralismo resultaba ser un problema, a día de hoy creo que la descentralización se nos ha ido de madre, sinceramente; y en algunas cosas no estaría mal darle una vuelta, sobre todo cuando afectan a cuestiones esenciales para la seguridad y la salud de los ciudadanos.
Intervenciones en incendios con turnos de 2 bomberos. Andalucía
Estas cosas me llevan a pensar en que…
– Cuando no existen programas de formación de nuevo ingreso, ni de reciclaje, basados en las cualificaciones profesionales ni los módulos profesionales.
– Cuando no se hace una valoración de los puestos de trabajo, ni de las misiones que se tienen que acometer en las distintas intervenciones a las que deben enfrentarse de forma cotidiana.
– Cuando no existen mapas de riesgos que muestren claramente cuáles son los mejores emplazamientos de los parques.
– Cuando no existen protocolos de intervención basados en la proximidad y tiempos de respuesta, liberando a los ciudadanos de las fronteras políticas en materia de emergencias.
– Cuando no se dimensionan los turnos según principios preventivos y operativos realistas.
– Cuando no existen mecanismos de financiación efectivos, e incluso no se emplean los recursos financieros y las contribuciones especiales para vehículos, infraestructuras y el equipamiento necesario.
– Cuando la propia organización de los cuerpos de bomberos, basada en creencias y mitos decimonónicos, de hombres que rescatan a las personas atrapadas en los incendios mediante la fuerza bruta, tiene como consecuencia la formación de turnos de unos pocos hombres, y no de equipos de bomberos funcionales unisex, y eso lastre la entrada de mujeres (menos del 1% de mujeres en el colectivo estatal).
– Cuando no se investiga, ni se conocen las estadísticas de bomberos a nivel estatal, ni existe un mapa de parques, ni de equipamiento y plantillas, ni seguimiento y evolución de las necesidades de ningún tipo, porque no existe organismo oficial que se encargue de ello.
– Cuando el propio Estado se desentiende de los cuerpos de bomberos, no existiendo ninguna institución que se encargue de la coordinación de los mismos, y les dote de la infraestructura suficiente como para poder formar comisiones de trabajo “oficiales”, teniéndolo que hacer todo a título personal mediante iniciativas a coste de las personas más implicadas, lo cual acaba quemando a la gente más motivada.
– Cuando en lugar de potenciar los cuerpos de bomberos que prestan servicio desde hace siglos en condiciones precarias, habiendo fallecido incontables profesionales entregados a las emergencias, sobre todo por cáncer, se dedican a crear duplicidades, con servicios privatizados o militarizados, todos ellos en precario, descoordinados y absurdamente enfrentados funcional y operativamente en los mismos escenarios de la emergencia.
– Cuando no existe normativa técnica específica que desarrolle la profesión y le dé la suficiente certidumbre a la hora de hacer las cosas; pues nadie sabe cómo hacerlas realmente más allá de un pdf que le ha llegado o algo que ha escuchado de “alguien que sabe” o un vídeo que ha visto, lo cual como metodología oficial resulta absolutamente ridícula, aparte de peligrosa.
– Cuando las carencias normativas, técnicas y formativas, y la descoordinación entre cuerpos de bomberos, se traducen en accidentes mortales, y los mecanismos burocráticos se encargan de echarle la culpa al muerto.
– Cuando las AAPP reciben el mandato de prestar el servicio pero nadie les dice cómo hacerlo de forma básica, ni medianamente coordinada.
– Y cuando a nuestros gobernantes no les tiembla la mano para privatizar servicios públicos.
Entonces, cuando los profesionales que soportan este “sistema”, se enfrentan a sanciones y las sufren por denunciarlo, y encima se entregan en las emergencias a las que acuden y las resuelven con éxito.
Entonces, no me cabe duda, de que los verdaderos héroes son ellos.
Por y para bomberos
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