Organizaciones pasivas y funciones por asumir en bomberos

Hoy en día el acceso a la información y a las relaciones digitales entre personas distantes físicamente está más a nuestro alcance que nunca, y debido a las interacciones que hemos establecido a través de foros, chats, asociaciones, plataformas, cursos y encuentros profesionales, los bomberos hemos asumido una especie de sentimiento de colectivo unitario que va más allá del mero hecho de trabajar en un SPEIS o un parque en concreto; y tal como se podría decir en alemán, ha surgido un zeitgeist profesional que nos ha engullido a todos.
Precisamente por eso hemos tomado conciencia de algunas cosas que creíamos propias de nuestro SPEIS, y que ahora sabemos que es algo más endémico; lo cual no viene precisamente a consolarnos.
En este sentido, cabe preguntarse ¿Por qué en general los bomberos no asumimos ciertas competencias como la investigación o la inspección? La respuesta, en buena medida, se encuentra precisamente en que nuestra jornada se basa en guardias de 24 h, con plantillas mal dimensionadas (con escasas excepciones) y cuyo principal y casi único cometido es la intervención en emergencias.
Desde el horario de actividades para cada guardia (revisión de material y vehículos, prácticas, actividad física, etc.), hasta la asignación de puestos dentro de cada guardia (conductor, bombero 1, 2, 3, bombero de 2º salida, campana…) son difícilmente compatibles con el desempeño de dichas competencias. Y paulatinamente, y sin darnos cuenta, hemos caído en nuestra propia trampa, al dotarnos de un horario de actividades que cumple a la perfección la intervención en siniestros, pero que ha ido abandonando y delegando ciertas competencias asociadas por la dificultad que implica afrontarlas tal cual están organizados los servicios.

Todos los derechos reservados por el autor: J. Pérez Dorado
Las plantillas se han ido ajustando a ese principal cometido, que es la guardia, una guardia larga y que necesita estar moderadamente libre en cuanto a carga de trabajo; dejando en segundo lugar al resto de competencias. En consecuencia, las propias AAPP, salvando las excepciones, han contemplado el dimensionamiento de plantillas con objetivos operativos digamos “de fuego”, y no con el objetivo del desempeño añadido de esas otras funciones que podríamos afrontar y que además nos corresponden profesionalmente.
Estamos hartos de ver que cuando se habla de los ratios hab/b. estos se basan en criterios de atención directa a las emergencias, cuando debería también contemplar que las plantillas deben asumir aquellas otras funciones que le son propias, y para las que necesita personal para su desempeño. O al menos, con personal de guardia lo suficientemente dimensionado como para que parte de él se pudiera dedicar a realizar dichas tareas sin comprometer los servicios mínimos.
Paralelamente, y en relación directa con lo dicho hasta aquí, los SPEIS se han convertido en organizaciones pasivas, cuya actividad es a demanda, ya que apenas salen del parque mientras no sean solicitados por los ciudadanos para actuar. De manera que paulatinamente hemos ido perdiendo protagonismo en las ciudades, e incluso llegamos a ser motivo de curiosidad cuando somos avistados por la calle, siendo fruto de admiración y asombro de los ciudadanos; precisamente por la poca costumbre de vernos.

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Desde el punto de vista profesional, los miembros de los SPEIS están demasiado desvinculados de los ciudadanos respecto del servicio público que representan, ya que apenas tienen presencia en nuestras calles, y cuando lo hacen, el contacto con el ciudadano es mínimo; habiéndose extendido incluso la idea en los turnos de regresar al parque en el menor tiempo posible.
Los motivos son múltiples y cada uno de ellos tiene mayor o menor peso según el servicio concreto. Unas veces influye más la inercia que de por sí tiene cada servicio en materia de actividades, a menudo difícil de cambiar. En otras (la inmensa mayoría) se debe a la escasez de personal, y en muchas otras porque se entiende que el verdadero peso del servicio es la atención a las emergencias y “estar en el parque”, dejando en segundo plano, “para más adelante” o “para aquellos que estén enfermos o mayores” la verdadera asunción de funciones en materia de prevención, inspección e investigación.
El caso es que esto no es nuevo, lleva así desde que se pusieron en marcha los primeros servicios.
Si pudiéramos viajar en el tiempo y visitáramos un parque de finales del S. XIX (Alcoi, Barcelona, Madrid, Valladolid…) nos daríamos cuenta del paralelismo existente, y salvando los elementos tecnológicos que limitan el contexto operativo en una y otra época, la lógica de las actividades y el comportamiento de los compañeros de la guardia podría resultar de lo más congruente con nuestros roles y organización actuales.
Como conclusión, creo que necesitamos aumentar las plantillas, asegurar unas adecuadas condiciones de trabajo y medidas de protección de la salud. Necesitamos una regulación de la profesión a nivel nacional, afianzar y normalizar el carácter funcionario y de autoridad de toda la plantilla estatal, acotando la precariedad de las fórmulas basadas en el voluntariado y el intrusismo, y que en todos los servicios del Estado, los bomberos tengan los mismos derechos reconocidos, y que no se tenga que estar luchando por ellos cada vez en un sitio diferente.
No obstante, yo considero que también es necesario salir a la calle a trabajar todos los días; que la población se acostumbre a vernos, asumir competencias, formarnos permanentemente. Que ser bombero sea nuestro rol principal, y que entre todos hagamos que este servicio público sea imprescindible.
Debemos dejar atrás las viejas fórmulas basadas en la pasividad, la formación “a escondidas” o para “privilegiados”. El pluriempleo para paliar los bajos salarios de bombero, y la mediocridad de nuestras condiciones de trabajo y salud laboral. Y también las viejas creencias y actitudes ya obsoletas…
Sabemos cuáles son los cambios que necesitamos.
¡Luchemos por ello!